Claman justicia por Aitana entre el dolor y la indignación

Al grito de "¡Justicia para Aitana!", abuelos, tíos, primos y otros familiares de la pequeña de apenas dos años, que fue hallada sin vida dentro de su domicilio el pasado 2 de mayo, se manifestaron frente a las instalaciones de los juzgados de la Fiscalía General de Justicia del Estado, en la divisoria Tampico-Altamira.

Con pancartas y lágrimas, los seres queridos de Aitana, enfrentan el dolor abierto de una pérdida que ha marcado para siempre a su familia.

El momento más desgarrador ocurrió con la llegada de la camioneta oficial que trasladaba a los padres de la menor, Michelle y Daniel, señalados por la autoridad como presuntos responsables del homicidio de su hija, la pequeña Aitana.

Silvia y Eva, tías de la niña, denuncian lo que consideran una injusticia y aseguran que la Fiscalía está "fabricando culpables", argumentan que Daniel, padre de Aitana, se encontraba fuera del domicilio cuando sucedieron los hechos y que existen pruebas y testigos que así lo respaldan, mismos que, según afirman, han sido ignorados por el Ministerio Público.

"¡No fue él! ¡Él no estaba!", gritaba entre sollozos doña Silveria, la abuela paterna de la menor, con la voz rota por la impotencia y el dolor; sus palabras, dirigidas tanto a las autoridades como a la prensa presente, se fundían con el llanto de otros familiares que no daban crédito a la tragedia que los envuelve.

Pero el caso no sólo ha generado dolor, también ha despertado miedo; la familia denuncia que han sido víctimas de amenazas telefónicas por parte de desconocidos que les exigen dejar de defender a Daniel.

 "A cuatro abogados les hemos pedido ayuda, y a todos los han intimidado con la advertencia de que les retirarán la cédula profesional, si asumen la defensa", compartió uno de los familiares, cuya identidad se reserva por seguridad.

La audiencia inicial se llevó a cabo este viernes en la sala de juzgados de la misma divisoria, sin embargo, lejos de traer claridad, el proceso parece hundirse cada vez más en un pantano de contradicciones y misterios.

Las circunstancias del crimen, aún confusas, han generado versiones encontradas y una creciente desconfianza hacia la actuación de las autoridades investigadoras.

Aitana no tenía más de tres años, su sonrisa, según relatan quienes la conocieron, llenaba la casa de luz; hoy su ausencia pesa como una lápida en los corazones de quienes la amaron, pero además del luto, ahora se suma la lucha por limpiar el nombre de un padre que, aseguran, es inocente.

La familia exige una investigación transparente, imparcial y con enfoque en la verdad, y mientras las veladoras siguen encendiéndose frente a una pequeña foto de la niña Aitana, el eco de los gritos de justicia resuena como un llamado desesperado que exige ser escuchado.

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