El campo agrícola del municipio de Altamira atraviesa una de sus peores etapas, con una reducción de hasta el 50% en la superficie sembrada, debido al alza en los costos de semillas, fertilizantes y otros insumos, la falta de incentivos gubernamentales, y las condiciones climáticas impredecibles que impiden una siembra oportuna.
Así lo advirtió José Enríquez Reyes, presidente de la Confederación Nacional Campesina (CNC), al señalar que la crisis está llevando al límite la capacidad de los productores sociales.
“El campo está muy desgastado, ya no es rentable como antes”, lamentó Enríquez Reyes, al destacar que las superficies agrícolas han bajado de 38 mil a apenas 20 mil hectáreas de siembra en la última década; indicó que si bien las recientes lluvias traen esperanza, todavía se requieren de 8 a 10 pulgadas más, para garantizar la humedad necesaria que permita sembrar soya y maíz, durante el actual ciclo primavera-verano.
La falta de programas de apoyo que garanticen precios justos o subsidios suficientes, agrava la situación, "Antes con una hectárea salías raspado, pero salías; ahora con dos apenas acompletas para pagar", comentó José Enríquez.
Detalló que tan solo la trilla cuesta más de 1,200 pesos por hectárea, sin contar el precio elevado de la semilla y otros insumos, lo que hace inviable continuar sembrando para muchos pequeños productores.
Además del abandono institucional, otro problema que enfrentan los agricultores es la creciente presión de la mancha urbana; parcelas que antes se destinaban a cultivos, ahora son adquiridas por empresas o particulares, a menudo sin que se registren formalmente los traspasos. “Están comprando hasta por 8 hectáreas, y muchas veces lo hacen sin dejar rastro oficial”, indicó, lo que también limita la planeación y la preservación de vocación agrícola en la zona.
En medio de este panorama adverso, los campesinos de Altamira aún mantienen la esperanza de que las lluvias se normalicen y permitan salvar algo de la temporada; sin embargo, para que el campo vuelva a florecer, se requiere más que agua, hacen falta políticas públicas que devuelvan dignidad y viabilidad a la vida rural.