Cuando doña Rosa Díaz Rodríguez se quedó viuda, quiso hacer válido el primero de tres servicios funerarios que su marido había comprado en Capillas Gayosso, pero se topó con una empresa voraz, aprovechada y ventajosa.
Tiempo atrás, su marido, don Luis Salvador Gutiérrez López, accedió a contratar los servicios funerarios por insistencia de una vendedora que fue varias veces a su casa a ofrecérselos, ella les dejó el documento para que lo firmaran los beneficiarios y quedó de regresar por el papel, pero jamás volvió.
Por desgracia, su marido falleció, y cuando ella pidió el servicio funerario para él, conoció verdaderamente a Capillas Gayosso, pues la empresa alegó que el expediente no había quedado integrado.
Y pese a que eso fue culpa de la vendedora, le restringieron lo que implicaba su velación, advirtiéndole que, muerto su esposo, prácticamente nadie podía usar los otros servicios y que para eso tendrían que irse a tribunales.
Eso sí, de la tarjeta bancaria del señor, siempre le rebajaron puntualmente las mensualidades.
“Mi esposo se murió y ya nadie puede accesar a esos servicios”, lamentó.