Hace tiempo algunas cerraron su actividad escolar, pero siendo edificios tan grandes y majestuosos que abarcan una cuadra entera o más, han sido aprovechados para otras funciones como sede de oficinas públicas.
El ex presidente de la Sociedad de Historia, Oscar Tamez, destacó que el enorme tamaño fue para que el cupo no fuera pretexto y que no quedara ningún infante sin aprender a leer ni escribir.
La Escuela de la Revolución, en la avenida Bernardo Reyes, a la altura de la colonia Industrial, ahora alberga la Dirección de Recursos Materiales de la Secretaría de Educación, en el interior de este inmueble prevalecen dos murales históricos que son parte de la conciencia social.
La Escuela Nuevo León, en la avenida Félix U. Gómez y Carlos Salazar, hoy está convertida en el Instituto para la Capacitación y Educación para el Trabajo.
Mientras que la Escuela Joaquín Fernández de Lizardi, en las calles Serafín Peña y Aramberri, se realizan diferentes actividades académicas.
El historiador agradeció que estos edificios no hayan caído en manos de los demoledores, ahora que se construyen torres de departamentos y de negocios por doquier.
El cronista informó que junto con sus colegas planteará un proyecto a la autoridad para que en aquellas escuelas monumentales donde aún haya murales revolucionarios se permita a la comunidad el acceso para admirarlos.