En los planteles de educación básica, la violencia entre los alumnos es el pan de cada día: cada vez hay más casos, y las expresiones violentas entre estudiantes también suben de nivel.
Los menores de edad, que van a primaria y a secundaria, protagonizan pleitos que ya son alarmantes.
Los especialistas explican que las causas son multifactoriales: papás que descuidan a sus hijos escudándose en el exceso de trabajo y en otras ocupaciones, el sentimiento de culpa que los lleva a no poner límites y la pandemia que provocó ansiedad y la exposición de los menores a la tecnología, sin supervisión, incluyendo el abuso en los retos virales, además de las deficiencias en el sistema educativo.
La presidenta del Instituto Nacional de Consultoría Familiar, Luz María Ortiz Quintos, advirtió que urge actuar porque un menor violento se convertirá en un adulto violento.
"Es en estas situaciones de tanto acoso, de tanto bullying, de tanta pelea, y es lamentable lo que estamos viendo porque la autoridad tiene todo el instrumento, toda la infraestructura, todo el presupuesto y no hace nada", indicó.
La psicóloga Lucy Magaña lamentó que se falle precisamente en lo que más tendríamos que cuidar: la infancia 'Son papás más ausentes y cuando están con los chicos ponen pocos limites porque sienten la culpa de la ausencia, entonces son chicos que no tienen guía, que no están limitados, que los papás tratan de compensar y les dan todo lo que les piden y a la vez son las presiones de las redes sociales donde están viendo constantemente a otros chicos con problemas que ademas hablan y son influencers y les dan ideas, entonces aprenden sus valores a través de otras personas', comentó.
Las autoridades han sido omisas, por eso urge que se activen los Consejos de Participación Social, tanto en escuelas públicas como privadas.
Una señal de que la violencia escolar va al alza es el aumento en la consulta con psicólogos, tanto para atender a víctimas, como a quienes propician la violencia.
A todos nos corresponde actuar, pero el primer paso es propiciar una verdadera comunicación entre padres e hijos.