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Los Voladores de Papantla: tradición que honra a la naturaleza

Por: Tyler Collazo

11 Julio 2025, 13:32

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Los Voladores de Papantla representan una ceremonia ancestral que, según registros históricos, tiene más de 800 años de antigüedad

Los Voladores de Papantla: tradición que honra a la naturaleza

En lo alto del cielo veracruzano, el viento acaricia los cuerpos suspendidos en el aire de los Voladores de Papantla, una de las tradiciones más emblemáticas y espirituales del pueblo totonaca, que ha trascendido generaciones como símbolo de identidad, conexión con la naturaleza y resistencia cultural.

Originarios del municipio de Papantla, en la región norte del estado de Veracruz, los Voladores de Papantla representan una ceremonia ancestral que, según registros históricos, tiene más de 800 años de antigüedad. En 2009, esta práctica fue reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por su profundo valor espiritual y cultural.

El ritual consiste en el ascenso de cinco hombres —cuatro voladores y un caporal— a un tronco de madera que debe tener una altura mínima de 20 metros, y que puede alcanzar incluso más de 30 metros, dependiendo del lugar donde se realice el rito.

Mientras el caporal permanece en la cima tocando flauta y tambor —instrumentos que representan la voz del sol y la tierra—, los cuatro voladores se lanzan al vacío, girando 13 veces cada uno alrededor del poste, lo que en total suma 52 vueltas, en representación de los 52 años del calendario mesoamericano.

El atuendo tradicional de los voladores también tiene una fuerte carga simbólica.

Portan pantalones rojos que simbolizan la sangre y el sacrificio, camisas blancas como signo de pureza, y sombreros adornados con espejos, flores y cintas multicolores, que evocan los rayos del sol y la conexión con los dioses. Una cinta en forma de cruz cuelga de sus espaldas, representando los cuatro puntos cardinales y el equilibrio del universo.

Más allá de su impresionante ejecución, el rito de los Voladores de Papantla sigue siendo una ofrenda a la naturaleza, una súplica por la lluvia, la fertilidad de la tierra y la armonía del mundo.

Esta tradición sigue viva en las comunidades del Totonacapan, no solo como un símbolo cultural, sino como un testimonio de la riqueza espiritual y cosmogónica del pueblo totonaca.

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“Volar es hablar con el cielo”: los testimonios de los hombres que dan vida a la tradición

“Cuando subo al palo, siento que no estoy solo. Mi padre y mi abuelo también fueron voladores. Cada giro en el aire es una oración que lanzo al cielo por nuestra tierra”, relata Felipe Pérez Garza, caporal con más de tres décadas de experiencia, originario de Papantla, Veracruz.

Por su parte, Víctor Manuel Hernández, volador de 41 años, comparte: “Esta ceremonia no es un espectáculo turístico, es un ritual sagrado. Nos preparamos desde niños, no solo con fuerza física, sino con respeto espiritual. Volar es una forma de pedirle permiso a la naturaleza para seguir viviendo de ella”.

Marco Antonio Morales, de 20 años, representa la nueva generación que mantiene viva la tradición: “Desde pequeño soñaba con subir al poste. Me entrené durante años, y hoy que vuelo, entiendo el valor que esto tiene. No se trata de valentía, sino de amor por nuestras raíces”.

Otro joven volador, Carlos Hernández García, agrega: “La primera vez que giré en el aire sentí miedo, pero también una paz muy profunda. No volamos para entretener, volamos para conectar con lo divino”.

Finalmente, Olilan Pérez Santiago, uno de los más respetados en su comunidad, concluye: “Mientras nuestros pies toquen la tierra y nuestros cuerpos alcen el vuelo, el espíritu totonaca seguirá más vivo que nunca. Este ritual es nuestra voz ancestral frente al mundo”.

Con cada ascenso, los Voladores de Papantla no solo elevan sus cuerpos, sino también las raíces espirituales de una cultura que sigue floreciendo en lo más alto del cielo veracruzano.

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