Corría el año de 1981 cuando el poderoso jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar, importó desde un zoológico de Estados Unidos y hasta Colombia a cuatro hipopótamos. Eran tres hembras y un macho y el famoso narcotraficante quería que formaran parte de la colección de especies exóticas de su Hacienda Nápoles. Años más tarde, la excentricidad ha virado en una comunidad formada por unos 100 megaherbívoros africanos que se reproducen sin control en el río Magdalena, en el centro de Colombia, convirtiéndose en una amenaza para las especies nativas y el ecosistema. A inicios de 2021, un estudio determinó que la única forma de mitigar el impacto ambiental de los hipopótamos era sacrificarlos. De lo contrario su población continuará aumentando descontroladamente de modo que, en los próximos 15 años, Colombia podría ostentar más de mil 400 ejemplares.La propuesta alimentó un debate sobre qué hacer con la especie invasora, provocando polémica entre científicos, conservacionistas, la opinión del gobierno y el gran público. Ante ello, comenzó un programa piloto de esterilización con el fin de disminuir el impacto de los hipopótamos en Colombia.De los 80 hipopótamos de los que tienen registro las autoridades medioambientales, 24 fueron esterilizados vía química a partir de una vacuna, considerada un procedimiento más práctico que una intervención quirúrgica.Hace unos meses los hipopótamos del narcotraficante colombiano han adquirido derechos en Estados Unidos por una orden de la corte federal al recibir el estatus de “persona” no obstante, serán las autoridades colombianas las que decidan qué hacer con los hipopótamos y no las americanas, mientras tanto estos animales viven en estado salvaje y nadie sabe que hacer con ellos.