Israel entierra a sus soldados caídos en la guerra con Hamás

Cientos de soldados israelíes que perdieron la vida en la guerra contra Hamás fueron sepultados en el cementerio Monte Herzl, en Jerusalén

Los cánticos judíos se elevaron este viernes en el cementerio Monte Herzl, en Jerusalén, durante el entierro de los cientos de soldados israelíes que han muerto en la guerra con Hamás, y al que asistieron decenas de miles de personas con veladoras blancas y envueltas en banderas de Israel.

Rabinos de barba blanca, israelíes laicos con coronas de flores y militares aferrándose a sus armas largas sin poder contener el llanto rezaron juntos alrededor de las tumbas recién cavadas para los soldados caídos, que en el séptimo día de guerra suman 258 entre los más de 1.200 muertos en Israel.

"¡Moriste como un héroe, héroe de Israel!", gritaba entre sollozos una soldado en uniforme, junto a un cuerpo que yacía bajo la tierra aún suelta.

Tomer, Ibrahim, Sara, Shlomo, Menahem, Avital; reclutas de todas las edades y rincones del país están siendo despedidos con honores desde hace algunos días en este cementerio militar.

Sus féretros, envueltos en la bandera nacional, son enterrados por las compañeros que les sobreviven con costales de tierra dispuestos en forma de trinchera bélica. Al final de los funerales, se detonan disparos al aire.

Trauma

"Soy un soldado de 40 años, he visto guerras, pero nunca vi algo así, terrorismo así", contó a EFE un militar bajo el anonimato, por no estar autorizado a hablar con la prensa.

Se refiere al ataque masivo que perpetró Hamás la mañana del sábado pasado, en pleno shabat -día sagrado para los judíos-, y que tomó por sorpresa a Israel con el lanzamiento de miles de cohetes desde la Franja de Gaza y la infiltración de más de 1.000 milicianos en las aldeas israelíes que colindan con el enclave palestino, donde masacraron y secuestraron a civiles.

Los cadáveres de mujeres, niños y ancianos quedaron esparcidos junto a sus viviendas destruidas o en medio del desierto, muchos de ellos mutilados y quemados. Imágenes traumáticas que Israel aún no puede asimilar.

"Cosas así están prohibidas hasta en pensamiento, en intención, es algo que cualquiera que tenga humanidad sabe naturalmente", comenta Chaim Polishouk, un judío ultraortodoxo de 47 años que ofrece a los pasantes rezar con la filacteria, una cajita que contiene pasajes de la Torá y que se coloca sobre la cabeza.

“No se cómo, pero (la filacteria) hace que los enemigos de Israel sientan miedo”, asegura bajo su sombrero de copa negro.

Unidos

Todas las tumbas de militares, sin excepción, tienen una cobija de flores multicolor, y las que ya han sido selladas con lápida, muestran la foto -casi siembre un joven sonriente- de quien la ocupa. Un mausoleo tenía globos en forma del número 26, la edad que no alcanzó a cumplir el soldado.

Detrás del cerco metálico que rodea a los familiares más allegados de los fallecidos, se abrazan y rezan miles de israelíes que acudieron aún sin conocer a los muertos.

"Nos sentimos muy tristes pero también muy fuertes. Somos los elegidos por dios para liderar Israel", comenta Eli Gertler, teniente coronel de 80 años, organizador voluntario de los funerales.

"No tengo palabras para describir cómo eran los soldados y oficiales que perdí en esta guerra, cómo son, porque para mí no han muerto, siguen viviendo con nosotros", lamenta con la voz entrecortada este veterano cinco veces condecorado, que luchó en la Guerra de los Seis Días de 1967 que enfrentó a Israel con un bloque árabe.


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