Cuatro décadas después de su fundación, Studio Ghibli sigue hechizando al mundo. Fundado en 1985 por Hayao Miyazaki e Isao Takahata, el legendario estudio japonés de animación celebra 40 años de cine dibujado a mano, oscilando entre la dulzura de los espíritus del bosque y la crudeza de un mundo postguerra que aún huele a muerte.
Con títulos icónicos como Mi vecino Totoro y El viaje de Chihiro (esta última ganadora del Óscar en 2003) Ghibli ha marcado generaciones. En 2024, el estudio volvió a brillar en los premios de la Academia gracias a El Niño y la Garza, la más reciente y posiblemente última obra de Miyazaki, quien hoy tiene 84 años.
Lejos de ser sólo cuentos mágicos, las películas de Ghibli exploran temas complejos: la muerte, la pérdida, la ecología y los límites difusos entre el bien y el mal. “No hay solo ternura, hay también oscuridad”, dijo Goro Miyazaki, hijo del fundador, en una entrevista reciente. Esa complejidad es lo que distingue a Ghibli de otras escuelas de animación, especialmente la estadounidense.
Para Susan Napier, experta en cultura japonesa y autora de Mundo Miyazaki, el universo del estudio mezcla ambigüedad, espiritualidad y resistencia.
“En sus filmes coexisten la luz y la sombra, sin necesidad de antagonistas tradicionales”, comenta, recordando el enfoque animista de La princesa Mononoke y la mirada ecologista de Nausicaä del Valle del Viento.
El legado cultural de Ghibli también se alimenta de influencias francesas y universales. Takahata estudió literatura gala, y ambos fundadores bebieron del trabajo de artistas como Antoine de Saint-Exupéry y Frédéric Back. Así lograron construir mundos únicos, profundamente humanos y universalmente reconocibles.
Recientemente, Studio Ghibli se vio envuelto en la polémica cuando imágenes generadas por IA al “estilo Ghibli” inundaron las redes, reabriendo el debate sobre la propiedad intelectual y el respeto al arte hecho a mano. Para muchos, el alma del estudio reside precisamente en ese trazo humano que no puede replicarse digitalmente.
Mientras el futuro del estudio es incierto ante el retiro inminente de Miyazaki, su legado permanece. “Ghibli vivirá mientras conserve su belleza y la devoción que lo ha hecho eterno”.