Ayer, 15 de septiembre, mientras México se preparaba para dar el tradicional Grito de Independencia, la vida le regaló a la regiomontana Arely “La Ametralladora” Muciño su propio grito de amor y esperanza: el nacimiento de su primer hijo, Aslan, fruto de su unión con el excampeón mundial puertorriqueño Ángel “Tito” Acosta.
En un hospital de Texas, la multicampeona mundial no pudo contener las lágrimas al ver por primera vez a su bebé.
Con la voz entrecortada confesó que ni siquiera levantar cinco títulos mundiales, ni las victorias de Tito en su carrera, se comparan con la felicidad de convertirse en padres.
“Esto es otra cosa, es la bendición más grande que Dios nos pudo dar”, dijo Arely, emocionada hasta las lágrimas.
Aunque la alegría fue inmensa, en su corazón también habitó la nostalgia. Arely siempre soñó con este instante y hubiera querido compartirlo con su padre, a quien tanto amó.
Sin embargo, está convencida de que desde donde se encuentre él también sonríe, orgulloso, celebrando con ella la llegada de su nieto.
El nacimiento de Aslan no solo coincidió con la víspera del 16 de septiembre, sino que se convirtió en un símbolo de unión entre dos culturas que han brillado en el boxeo: la mexicana y la puertorriqueña.
Como aquel 12 de septiembre de 1810, cuando el cura Hidalgo hizo sonar las campanas de Dolores para dar inicio a la independencia, ayer otra campana resonó en la vida de Arely y Tito: la campana del amor, de la fe y del milagro de la vida.
El futuro deportivo de la campeona aún está por escribirse, pero una cosa es segura: cuando decida volver al ring, lo hará con una motivación que ningún cinturón puede otorgar: pelear por el amor infinito de su hijo.
Por ahora, Arely y Tito celebran a Aslan, la materialización de su amor, el verdadero grito de vida que llegó justo en la víspera de la independencia mexicana.
Con información de Isaac Guerra.