A sus 76 años de edad, don Pedro, originario del estado de Zacatecas, es un rostro familiar en la Catedral de Saltillo, donde ha entregado más de seis décadas de su vida al servicio voluntario.
De los 73 años que ha vivido en esta ciudad, 63 los ha dedicado con amor y devoción a colaborar en el templo, guiado por una vocación que le fue inculcada desde la infancia.
Su madre, oriunda de Mazapil, y su padre, también zacatecano, sembraron en él el valor de servir a la iglesia, un legado que Pedro ha mantenido vivo hasta el día de hoy.
Con humildad y profundo compromiso, asegura que su entrega no tiene otro propósito más que el de servir a Cristo.
“No pido nada a cambio, solo salud, bienestar y paz”, expresó don Pedro, quien diariamente realiza labores dentro del recinto religioso, demostrando que la fe y el amor por la comunidad no tienen edad ni límite.
La labor de don Pedro no pasa desapercibida entre los feligreses ni entre quienes colaboran en la Catedral.

“Es un ejemplo para todos nosotros. Siempre llega temprano, ayuda en lo que se necesita y nunca se queja.
Su actitud es admirable”, comentó el padre José Luis Herrera, uno de los sacerdotes que oficia misa en la Catedral.
También doña Margarita Rivas, una feligrés que acude regularmente al templo, expresó su reconocimiento:
“Lo veo desde que yo era niña. Siempre está ahí, barriendo, acomodando bancas, ayudando en misa… Es como parte del alma de la Catedral”.
Su historia es un testimonio de entrega desinteresada y un ejemplo para las nuevas generaciones sobre el valor de la vocación, la constancia y el servicio al prójimo.
A través de su labor silenciosa, don Pedro ha dejado una huella imborrable en la comunidad católica de Saltillo.