El noble camino de ser maestro y reconocer su esfuerzo
Con pupitres imaginarios, pizarras de cartón y muñecos como alumnos, soñaban con enseñar, corregir cuadernos y explicar lecciones con pasión
Desde pequeños, muchos maestros compartían un mismo juego favorito: jugar a la escuelita.
Con pupitres imaginarios, pizarras de cartón y muñecos como alumnos, soñaban con enseñar, corregir cuadernos y explicar lecciones con pasión.
Sin imaginar que ese juego, tan inocente y lleno de ilusión, fue el primer paso hacia una vocación que hoy, con esfuerzo y amor, han convertido en su profesión de vida.
Hoy, aquellos niños y niñas que jugaban a ser maestros ya lo son de verdad.
Han cambiado los lápices de colores por marcadores, los cuentos inventados por planes de clase y las horas de juego por jornadas llenas de entrega, desafíos y aprendizaje. Son profesionales formados, dedicados, que cada día inspiran, acompañan y transforman vidas desde sus aulas.
Ser maestro no es solo enseñar contenidos, es formar personas. Es sembrar esperanza, encender curiosidades, motivar sueños y construir futuros. En cada clase, en cada palabra de aliento, en cada mirada que comprende, los maestros dejan huellas imborrables.
A todos esos soñadores que convirtieron su juego en vocación, y su vocación en misión: gracias. Ustedes son el corazón de la educación y el alma del futuro.
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