Murió el piloto de la bomba atómica

Paul Tibbets, el comandante del avión B-29 que arrojó la bomba atómica en Hiroshima en agosto de 1945, murió este jueves a los 92 años.

Tibbets tenía 30 años cuando comandó la tripulación del bombardero Enola Bay (bautizado así en memoria de su madre) que dejó caer la bomba que mató a cerca de 140.000 personas en la ciudad japonesa y a muchas más después, y de hecho puso fin a la Segunda Guerra Mundial. Años después, frente a la grabadora del diario Columbus Dispatch, Tibbets recordó el día en que cambió la historia. "Eso fue todo lo que se necesitó para terminar la guerra. Yo salí a detener la matanza", explicó. "Si Dante hubiera estado con nosotros en el avión se habría muerto de miedo". Tibbets le dijo al Columbus Dispatch que la ciudad que había visto a la luz del sol minutos antes de la bomba "se había convertido en una fea mancha, había desaparecido por completo bajo la horrible capa de humo y fuego". "Curiosidad académica" Tibbets no vio la devastación de Hiroshima pero caminó por las calles de Nagasaki "por curiosidad académica" pocas semanas después de que cayó ahí la segunda bomba atómica, y compró cuencos para arroz y platos de madera en un puesto callejero. Algunas calles, dijo Tibbets, se habían hundido y otras se habían elevado por la fuerza de la explosión. El militar, que llegó a convertirse en general brigadier, siempre sostuvo que había cumplido con su deber y afirmaba que dormía bien, y pidió que sus cenizas se esparcieran sobre el Canal de La Mancha, que sobrevoló muchas veces durante la guerra. Tibbets también pidió que no se hicieran funerales ni se pusiera una lápida en su memoria para evitar que sirvieran para protesta contra las armas nucleares. En el sexagésimo aniversario de Hiroshima, los integrantes de la tripulación del Enola Gay -el ingeniero de navegación Theodore Van Kirk, y el oficial a cargo de probar las armas Morris Reppson) declararon que el uso de la bomba atómica había sido un momento necesario en la historia y aseguraron que no tenían remordimientos. Tibbets, que para entonces ya había ascendido de rango, dijo que "miles de ex militares y sus familiares han expresado una gratitud particularmente conmovedora y personal, porque tal vez no estarían vivos si hubiera sido necesario recurrir a una invasión de las islas japonesas para poner fin al conflicto".


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